lunes, 6 de noviembre de 2023

Anacronismo | Emilia Pardo Bazán | Leer online y reseña

"Anacronismo" es un relato que sumerge al lector en la reflexión sobre la santidad, la locura y la percepción del tiempo y la fe. Emilia Pardo Bazán nos narra la historia de Celso, un hombre que, en busca de la purificación espiritual, lleva una vida de ermitaño en una cueva, sometiéndose a severas penitencias y austeridades. La historia comienza con la curiosidad de un visitante que, en un manicomio, se topa con la fotografía de Celso, el alienado ya fallecido, y se siente intrigado por su apariencia y su historia.

Celso es descrito como un ser de otro tiempo, su figura y su comportamiento remiten a los antiguos anacoretas cristianos. Su locura no es vista como un simple desvarío mental, sino como una devoción extrema que lo lleva a rechazar el mundo material y a buscar una conexión más íntima con lo divino. Sin embargo, en el contexto moderno de un manicomio, su comportamiento es interpretado como una patología que requiere confinamiento y tratamiento.

El contraste entre la visión del narrador y la de los encargados del asilo es evidente. Mientras los trabajadores del asilo ven en Celso una clara manifestación de la locura, el narrador percibe en él una figura casi mística, un individuo cuyo tiempo y lugar en el mundo han sido desplazados, llevándolo a ser incomprendido y etiquetado como demente.

La historia es un comentario sobre cómo la sociedad cataloga y trata a aquellos que se desvían de sus normas y expectativas. La fe extrema de Celso, que en otro tiempo podría haber sido venerada como un ejemplo de santidad, es ahora considerada una enfermedad mental. Bazán nos invita a reflexionar sobre los límites entre la santidad y la locura y cómo estos límites son moldeados por el contexto cultural y temporal.

"Anacronismo" concluye dejando al lector con la pregunta de si Celso era realmente un loco o simplemente un hombre cuya profunda fe y estilo de vida ascético no tenían lugar en el mundo moderno. La historia de Celso es un poderoso recordatorio de que la percepción de la locura es a menudo una cuestión de perspectiva, y que lo que en una época es reverenciado, en otra puede ser despreciado o temido.


Leer online: Anacronismo

En el asilo de dementes de Z. me enseñaron, hace bastantes años ya, la fotografía de un alienado que acababa de morir, lamentando que yo no hubiese podido verle vivo y oír sus predicaciones.


La historia de Celso era que se había cogido, mejor diré cazado, en una cueva montés, donde llevaba vida salvaje mortificando su cuerpo con extravagantes y asperísimas penitencias. El retrato estaba hecho al día siguiente de su ingreso en el manicomio.


Lo contemplé largo rato, sorprendida de la típica y espiritual belleza que resplandecía en los rasgos de tan extraña figura. La tarjeta le presentaba de medio cuerpo arriba, desnudo, con el cabello y la barba crecidos desmesuradamente. Su cara era muy larga, su nariz fina y angosta; su cráneo prolongado y abovedado recordaba la traza de los pórticos ojivales; sus ojos, hundidos en las cuencas, expresaban una abstracción profunda. Sobre la tetilla izquierda se percibía el tatuaje de una cruz apoyada en una esfera que simbolizaba sin duda el mundo. Estaba la anatomía de Celso seca y consumida como la de una momia, y me recordó la plumada feliz con que ha sido descrito San Pedro de Alcántara, diciendo que parecía hecho de raíces de árboles.


Me enteraron de que esta flacura y demacración se debía al ayuno que Celso rigurosamente practicaba, y a que no bebía más agua de la que cupiese en el hueco de la mano. Y cuando pregunté qué significaba la zona oscura que se advertía desde la mitad de las costillas hasta donde empezaba el paño femoral, me respondieron que era la huella del horrendo cilicio de púas de hierro que le quitaron trabajosamente antes de recluirle en la celda.


—No se puede V. figurar —añadieron— las barbaridades que hacía con su cuerpo el pobre hombre. Tenía en las rodillas dos durezas de un centímetro de grueso, formadas por el hábito de permanecer de rodillas sobre un peñasco horas y horas, hasta que caía desmayado de debilidad.


Si le hubiésemos fotografiado de espalda, vería V. el mapa que lucía en los lomos de los disciplinazos que se arreaba con una cuerda de nudos, o con un trapo enrollado donde escondía unos quijanillos.


Increíble parece que resista tales embates la naturaleza humana. Aquí, después que se le retrató, vino un barbero y le desmochó esa selva de pelos; le arreglamos, le vestimos, le dimos una buena cama y una comida aceptable; ¡digo!, sobre todo, después de las hierbas sin sal con que se mantenía en su antro. Pero, a buena parte ¡cómo si le diese a una estatua! Empeñado en no probar alimento, porque decía el muy bolo que era demasiado bueno para él.


Llegamos a temer que se muriese, ¿y qué discurrimos? Una cosa bastante aguda. Le presentamos la comida en un plato roto, diciendo al ofrecérsela. «Esto te lo damos de limosna; cómelo por el amor de Dios». Si más pronto lo rezamos más pronto se lo engulle.


—¿Y les daba a ustedes mucho qué hacer ese infeliz? —pregunté con interés sumo— ¿Alborotaba? ¿Escandalizaba? ¿Tenía accesos?


—¡Quiá! Ni por pienso. Siempre tan manso y tan humilde. Sólo que no nos obedecía sino en lo que le daba la gana; y ahí te quiero para reducirle a que se acostase, a que no se pasase las noches de invierno descalzo y medio en pelota, arrodillado sobre el baldosín. Llegamos a atarle a la cama, pero vimos que el remedio era peor que la enfermedad, porque trabajaba para hincarse las ataduras en la carne y reemplazar una mortificación con otra. Y no se figure V., trabajaba algo; ayudaba a los loqueros siempre que fuese en cosas bajas y en menesteres muy ínfimos.


Si veía algún loco en la cama, se ofrecía para las tareas que repugnan, para lavar lo que da asco… y lo ejecutaba con un gusto y un garbo pasmosos. Luego besaba los pies al enfermo y le hacía mil fiestas, tendiéndose como un perro al pie de su tarima.


Una vez le dio a otro loco por tomarle ojeriza a Celso.


Como los locos son tan vengativos y generalmente no abandonan el tema hasta que la satisfacen, procuramos que no se encontraran cerca en el patio a la hora de la recreación, ni en la capilla, ni en parte alguna. ¿Pues quién le dirá a V. que Celso de su propia voluntad nos cogió la vuelta y se fue a entregar a su enemigo, diciéndole que allí estaba, que ya podía hacer de él lo que quisiera y castigarle si así le placía, pero que por Dios tuviera caridad en interés de su alma?


El maldito loco ya se ve, ¿qué más quiso? Trincó un palo y dio la gran solfa a Celso.


Llegamos a tiempo de quitárselo medio moribundo, y a mí se me figura que debió de quedar resentido de la paliza porque le alcanzaría algún golpe en mal sitio; el caso es que desde aquel día siempre anduvo renqueando, siempre con calenturilla, hasta que se postró y no se levantó más.


Como viesen que me había quedado pensativa después de la historia y que volvía a examinar el retrato, me preguntaron qué opinión formaba de Celso.


—Primero desearía que me dijesen ustedes —respondí— en qué consistía su locura.


—¡Su locura! ¡Cómo su locura! Después de lo que acaba V. de oír… ¿Le parece a usted poca guilladura no comer, matarse a golpes, dejarse reventar por otro demente, hacer esa vida de irracional, de bestia feroz en las cuevas de las montañas, lejos de la humanidad, sin provecho para nadie? Mire V. Aquí vienen, claro está, muchísimos enfermos, y algunos realmente tarda en conocérseles la manía, y hasta la conciencia, cuando los observamos tan sensatos, tan formales, tan correctos, no podríamos jurar que fuesen locos.


Lo que es Celso… con verle bastaba. De fijo que si V. lo ve, no le deja andar suelto por el mundo.


Sonreí por deferencia, comprendiendo que no nos entendíamos. Y cerrando los ojos, evoqué un instante la austera visión de la Tebaida, los anacoretas en éxtasis, casi sin carne mortal, abrasados por la llama interior de sus fervores.


Los siglos no habían pasado: la imaginación suprimía el curso del tiempo.

¿Qué buscas?

Wikipedia

Resultados de la búsqueda

Vistas de página en total